
Me miró (mientras gritaba ¡au!), me gruñó (y más ¡au!), se babeó (y su ¡au! seguía presente), me ladró (con más ¡au!), me mordió (con el ¡au! como grito victorioso), me masticó (más y más ¡au!), me tragó (el ¡au! acá sonó a goce), me defecó (seguido de otro ¡au!), me volvió a comer (un ¡au! pero con gesto de arcada), me vomitó (un ¡au! sufrido), después me lamió y se lo llevaron las fuerzas del orden, pero no le hicieron nada por haberme morfado, solo lo internaron porque le cayó mal mi ser convertido en popó, y el barbijo no tiene nada que ver con que es un asesino, es porque es fan de Michael Jackson.
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